Cómo realizar un almacenamiento seguro

Sea cuál sea el servicio que ofreces, el almacenamiento de tus productos es una etapa clave en la seguridad alimentaria, no la subestimes.⁣

Ya has recepcionado unos productos estupendos y te han llegado de maravilla ¡No la vayamos a fastidiar ahora!⁣

La comida es algo “vivo”, tiene microorganismos. Pocos o muchos, depende de cada producto, pero cero patatero, no. De ahí que según va pasando el tiempo se pongan pochos. Así que almacenar los productos en condiciones óptimas, te va a ahorrar muchos problemas.⁣

¿Cómo hacerlo? Te lo contamos:⁣

– Protege: No dejes que nada caiga o entre en ellos. Tápalos, envuélvelos con film, envásalos, mételos en un recipiente,…Lo que más te convenga, pero no los dejes al aire. ¡Y cuidado con los envases abiertos! Ciérralos bien después usarlos.⁣

– Identifica: Si están en su propio envase, intenta mantener su etiqueta. Si no, pon tu propia etiqueta o rotúlalos para saber qué es y de cuándo.⁣

 


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– Ordena: Separa los productos. Si tienes que hacerlo por baldas, pon arriba los productos acabados y abajo las materias primas, así evitas que si hay pérdidas o goteos, caigan sobre el producto que ya has tratado. ¡Ah! Y hazlo de manera que tengas más a mano lo que primero vaya a caducar.⁣

 

 


– ¡A la cámara cuanto antes!: Si tienen que estar en frío, hazlo lo más rápido que puedas tras recibirlos. No sobrecargues la cámara y no los pongas en contacto con el suelo o las paredes para que circule el aire frío entre ellos. No te olvides de vigilar que la cámara está a la temperatura que le corresponde. ¿Y cuál es? Pues de manera orientativa, te aconsejamos que las de refrigeración no superen los 6º C y las de congelación estén siempre por debajo de -18 ºC., aunque esto siempre dependerá del tipo de producto que almacenes.⁣

 

 

Y si hablamos de recipientes, la pregunta reina es: ¿se puede o no se puede meter cartón, madera y latas abiertas en las cámaras? ⁣⁣⁣
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Tanto el cartón como la madera son porosos y absorben la humedad, y donde hay agua hay vida. ¿Y las latas abiertas? Pues si tienen posibilidad de oxidarse, son un problema. Así que nuestro consejo es que quites de tus cámaras todos los envases de cartón, de madera y latas abiertas que puedan oxidarse.⁣⁣⁣
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Y sabemos qué es lo que pasa ahora mismo por tu cabeza. “¿Me estáis diciendo que lo tengo que pasar TODO a otros recipientes?” Pues sería lo ideal, pero sabemos que es un currazo, así que vamos a darte unos consejos:⁣⁣⁣
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Siempre que puedas elimina los embalajes secundarios. Si no necesitas esa caja que dentro tiene más “cajas”, quítala antes de que entre a la cámara.⁣⁣⁣
¿Que sí que la necesitas? Pues consérvala sólo si lo que hay dentro está perfectamente protegido en otros envases y siempre que no entre en contacto directo con el producto, ni de dentro, ni de fuera.⁣⁣⁣
Con las latas que puedan oxidarse, no tengas piedad.⁣⁣⁣

Y hablando de latas, si te encuentras con una lata que esta abombada o hinchada (hacia fuera), ni se te ocurra utilizarla, porque puede tener toxina botulínica (¡veneno !) que afecta al sistema neuromuscular y provoca parálisis.

Igual te suena su nombre, porque sí, es el famoso botox, pero ¡ojo cuidao! porque una cosa es que, al inyectarla, te relaje los músculos de cara y otra que, al comerla, te paralice por dentro y para siempre. ¡Así que esa lata directamente a la basura! Y lo mismo si sale aire al abrirla, si un tarro tiene la tapa hinchada y cualquier sensación de que ahí hay gas que no tendría que estar.

¿Y qué pasa con las latas que están abolladas (hacia dentro)? Pues te recomendamos que hagas exactamente lo mismo. Si, por ejemplo, un envase se ha dado un golpe y tiene “un bollo”, puede que haya alguna fisura minúscula que haga que el producto se perjudique.
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Y para ponerle la guinda al pastel, y sepas que si tus cámaras funcionan bien, lo suyo es que lo compruebes de vez en cuando.

¿Y cómo? Técnicamente se llama verificación. Por mucho caché que le dé la palabra, ya sabes que a nosotras los tecnicismos no nos hacen tilín, porque es tan sencillo como meter un termómetro dentro de la cámara y comparar la temperatura de este termómetro con la de la pantallita. Aún así hay alguna cosa que tienes que tener en cuenta para hacerlo genial:

Dale tiempo al termómetro que hayas metido en la cámara para que se estabilice.

No lo hagas en las horas de más meneo, porque si andas abriendo y cerrando la puerta de la cámara, la temperatura baila que no veas.

Pon el termómetro en diferentes puntos de la cámara para poder calcular qué temperatura media tiene y compara esa media con la pantallita.

 

¿Quieres más? Hemos preparado para ti una plantilla de etiquetas para el almacenamiento, descárgatelas GRATIS pinchando aquí. 

 

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La demonización de los alimentos 😈.

Es curioso cómo funciona el cerebro humano frente a algo que nos asombra, nos da miedo o simplemente lo desconocemos. Y cuando hablamos de alimentos, en la gran mayoría de las ocasiones, tendemos a demonizarlos 😈, rechazarlos y echarlos de nuestra mesa sin planteárnoslo dos veces.

¿Está justificada esta demonización o son cuentos de miedo (pero cuentos al fin y al cabo)?

Éste es el tema de nuestro post en The Traveller Cook (pincha pincha) ¡Esperamos que os guste! ¡La comida es para disfrutarla! 😋

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¿Cuánto azúcar comes?

 

 

En esta ocasión hemos querido hablaros del azúcar, ese alimento del cual nos es casi imposible escapar, ya que como dice el refrán “a nadie le amarga un dulce”, y además, a la mayoría de nosotros nos encanta… Pero cada vez más frecuentemente oímos que el azúcar es perjudicial para nuestra salud,  y que tenemos que reducirlo,  ¿pero cuánto? Y sobre todo ¿cómo? Bueno, ahí vamos…

En primer lugar habría que definir claramente a qué tipo de azúcares nos referimos. Podríamos clasificarlos de la siguiente forma, unos son los azúcares libres (los que son añadidos a los alimentos por las industrias, cocineros o consumidores, así como los azúcares presentes de forma natural en la miel, jarabes, jugos de fruta y concentrados de jugo de fruta). Y los otros, son los azúcares intrínsecos, que son los que se encuentran  en las frutas y las verduras enteras frescas.

Según la Organización Mundial de la Salud, no hay pruebas que nos demuestren que los azúcares intrínsecos tengan efectos adversos para la salud, por lo que todos los estudios y recomendaciones se basan en los azúcares libres. Los datos muestran, en primer lugar, que los adultos que consumen menos azúcares libres  tienen menor peso corporal y, en segundo lugar, que el aumento de la cantidad de azúcares en la dieta va asociado a un aumento comparable del peso.  Además, las investigaciones evidencian que los niños con los niveles más altos de consumo de bebidas azucaradas tienen más probabilidades de padecer sobrepeso u obesidad que aquellos con un bajo nivel de consumo de este tipo de bebidas.

Teniendo esto en cuenta, la nueva directriz recomienda reducir al menos al 10% el consumo de azúcares libres de la ingesta calórica total, y menciona además, que reduciéndolo al 5% obtendríamos beneficios adicionales.

Esto quiere decir, que si un adulto medio debe consumir unas 2000 kcal al día, lo ideal sería que su consumo de azúcares libres fuera de cómo máximo de 50 gramos al día (ya que para obtener el valor en calorías de los azúcares hay que multiplicarlos por cuatro). Esto en principio, no parece difícil, el problema viene cuando nos damos cuenta de que no estamos hablando sólo del azúcar que nos tomamos con el café.

Muchos alimentos de los que consumimos a diario tienen azúcares añadidos, por poneros un ejemplo, si nos bebiéramos una lata de Coca-Cola estaríamos ingiriendo 35 gramos de azúcar… O sea, que si ese mismo día nos tomamos un par de cafés a los que les añadimos 2 ó 3 cucharaditas de azúcar, ¡¡¡ya nos hemos pasado!!! Y no digamos ya si en el desayuno nos comemos unas cuantas galletas tipo María…

El quid de la cuestión está en saber qué alimentos contienen demasiados azúcares y cuáles no. Y no estoy hablando de cuánto azúcar contienen los caramelos, chocolates y dulces (que todos sabemos que de eso hay que comer poquito), si no que encontramos azúcares en alimentos que en principio no deberían tenerlos por su naturaleza. Como por ejemplo la salsa de tomate, el caldo de pollo  los zumos o néctares de frutas.

¿Y esto dónde se mira? Pues en el apartado de información nutricional de las etiquetas de los alimentos:

Espero que este artículo os haya ayudado a entender al menos cómo podemos mejorar nuestra dieta, más teniendo en cuenta en la época que está por venir, ya que tenemos las navidades con sus turrones, polvorones y comilonas a la vuelta de la esquina.

¡Qué tengáis un dulce día!

Laura Moya

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Si soy comerciante u hostelero… ¿Qué información tengo que dar a mis clientes?

En otro de nuestros posts anteriores “Alérgenos en los alimentos: ¿Qué información debemos tener?” comentábamos que a los consumidores se les debe de informar sobre los alérgenos que contienen los alimentos de los productos que se les sirva o venda. Hasta aquí todos lo tenemos claro, pero además ¿qué información estamos obligados a darles? Pues bien, vamos a explicarlo, pero antes tenemos que tener presente que el objetivo de esta nueva norma es que nuestros clientes tengan esta información disponible y accesible antes de la compra.

Vayamos por partes. Si tengo un bar o restaurante, y lo que hago es servir comidas que se van a consumir in situ o incluso preparo comida para llevar, lo que tengo que comunicar a mis clientes es la denominación del producto y las sustancias que causen alergias o intolerancias. ¿Y cómo hacemos esto? Pues queda a nuestra elección, debemos buscar la forma que más se adapte a nuestra empresa y a nuestros clientes.

Si soy comerciante minorista de quesos, productos cárnicos, embutidos, pescados, pan, pasteles, etc., y lo que hago es envolver los productos que vendo, incluyendo los que elaboro, también tengo que dar la misma información (denominación del producto y alérgenos). Pero además, si elaboro digamos, unas croquetas de jamón y resalto concretamente ese ingrediente, tengo que declarar el % de jamón. Al igual que si hago unas hamburguesas de carne picada de vacuno y porcino tengo que indicar el % de cada una. Y siempre teniendo en cuenta que antes de la compra mis clientes tienen que tener accesible la información, y al igual que en el caso anterior, la forma de comunicación queda en nuestra mano.

Y… ¡Ricemos el rizo! En el caso de que envasemos los productos, tenemos que ponerles, obligatoriamente, una etiqueta. Pero ojo, aquí la cosa se complica, ya que la información debe ser más completa y, por supuesto, legible. ¿Y qué debemos poner en la etiqueta? Denominación del producto, sustancias alérgenas/intolerantes, ingredientes, cantidad de los ingredientes y la del alimento, fecha de caducidad o consumo preferente, condiciones de utilización y conservación, modo de empleo, razón social y dirección del envasador y país de origen cuando sea obligatorio.

Y tened en cuenta que en todos los casos, las bebidas alcohólicas que contengan un grado de alcohol >1,2% hay que declararlo.

Por último, me gustaría comentar que siempre existen excepciones, pero en este caso, son las menos. Y si os surge alguna consulta al respecto, no dudéis en contactar con nosotras, estamos aquí para ayudaros.

Así que manos a la obra, pongámonos en marcha para poder dar a nuestros clientes una información veraz de lo que les servimos.

 

Laura Moya Torvisco

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Fecha de caducidad o consumo preferente… ¿Hay diferencia?

¿Me puedo comer un producto caducado? Pero en la etiqueta pone consumo preferente… ¿Es lo mismo, no? ¿O hay productos que sí podemos comer aunque estén caducados? ¿Cuáles son esos productos? Pues nada, si no lo tenemos claro, cogemos la comida y la tiramos a la basura… y así entre todos y todas tiramos 1300 millones de toneladas a la basura.

Pues bien, con este post, vamos a intentar aportar nuestro granito de arena al mundo y aclarar un poquito estos dos conceptos.

Por un lado está la fecha de caducidad, esto lo que nos indica es que el producto no se puede consumir una vez sobrepasada. La fecha de caducidad se utiliza para aquellos productos que puede ser peligroso su consumo cuando la superamos, ya que pueden desarrollar bacterias patógenas (es decir, bacterias que pueden causarnos enfermedades). Estos productos son carnes, pescados, platos precocinados, etc.  Y para evitar que el producto se caduque en nuestras neveras, una buena práctica a seguir sería congelarlo  unos días antes de que se caduque. Eso si, tenemos que tener en cuenta que estos productos no han debido ser congelados previamente, y una vez los descongelemos para consumirlos lo hagamos inmediatamente después de su descongelación.  Y ya que estamos, recordad que la mejor forma de descongelar es en la nevera o cocinarlos directamente.

Y por otro lado tenemos el consumo preferente, ese gran desconocido… Lo que los productores de alimentos nos indican, y garantizan, con el consumo preferente es que el producto mantendrá sus características organolépticas (olor, color, sabor y textura) hasta esa fecha. ¿Y qué pasa a partir de ahí? Pues que podemos consumirlo, aunque quizás nos encontremos con que está un poco rancio, correoso, que ha perdido el color,…  Estos alimentos son los que contienen poco agua como cereales, pastas, aceite, legumbres, productos esterilizados, etc.

Esperemos haber aportado un poco de luz a este tema, seguiremos escribiendo sobre ello, ¡¡pero si os surge cualquier duda no dejéis de preguntarnos!!

Laura Moya Torvisco

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