¡¡PELIGRO!! ¡¡PELIGROOOO!!
¿Peligros? ¿Yo? ¡De qué!”. ¿Es lo que estás pensando? ¡Normal! Nos pasa el 90% de las veces que hacemos consultoría con nuestros clientes. Y entonces empezamos a desgranar lo que hacen, y haberlos haylos.
¡Ojo! que no significa que las cosas se hagan mal si no “¿Qué podría salir mal?”. Confías en tus proveedores y tu personal es la leche, pero somos humanos y cometemos errores. El día a día, las prisas. ¡Qué te vamos a contar!
La clave es anticiparse al peligro, saber por dónde puede venir para que puedas cerrarle la puerta. Con llave, mucho mejor. Y para esto necesitas conocerlo, perdón, ENTENDERLO. Saber si el peligro se llama Pedro o María, no está de más, pero no te va a ayudar.
Nuestro consejo es que te fijes en todo tu proceso, desde que abres la puerta al proveedor hasta que se pone el plato en la mesa y piensa en posibles errores que podrían llegar a perjudicar la salud de tu cliente, porque ahí está el peligro. Si luego son biológicos, físicos o tienen otro apellido, no te preocupes, sólo son tecnicismos.
Te damos algunos ejemplos para que puedan ayudarte, sin un solo tecnicismo:
- Que un producto no te venga en condiciones.
- Que un producto tenga un ingrediente que puede provocar alergias y que no lo ponga en la etiqueta.
- Que cambies de marca de producto y tenga alérgenos diferentes o caducidad distinta.
- Que el lavavajillas no esté haciendo bien su trabajo.
- Que tu frigorífico tenga un fallo.
LO MÁS SEGURO ES NO PONERSE EN PELIGRO
Ya lo decía Quevedo y nosotras no se lo vamos a discutir. Es una verdad como un templo.
¿Qué hay que innovar? Cierto. ¿Qué hay que sacar nuevas recetas y servicios? Cierto también. No ponerse en peligro no significa no hacer cosas nuevas. Pero al hacerlas, y esto incluye nuevos platos, nuevos procesos, nuevo personal…en definitiva, cambios en tu proceso habitual, tienes que darle una pensada a si estas novedades pueden venir con algún peligro diferente.
En nuestro anterior post te decíamos que para evitar un peligro lo principal es entenderlo. Saber por dónde te puede venir, cómo funciona y ANTICIPARSE a él. Meter en tu llavero la llave que le cierra la puerta.
¿Cómo saber cuál es esa llave si no sabemos cuál es la puerta? Pues muy difícil. Con mucha suerte, igual acertamos, pero de mientras nos la estamos jugando.
No nos gusta utilizar tecnicismos, pero la ocasión lo requiere: La llave en cuestión es lo que técnicamente se llama medida preventiva. PREVENIR el peligro.
PREVIENE LOS PELIGROS
Si ya lo decían nuestras madres: Si ya lo decían nuestras madres: Más vale prevenir que curar.
¡Y cuánta razón! La clave es la prevención. Poner las medidas para que lo que pueda salir mal no ocurra o tenga menos posibilidades de ocurrir.
Ya te hemos hablado de cómo detectar los peligros. Ahora es el momento de mirarles a los ojos y fijar MEDIDAS PREVENTIVAS para cada uno.
Te ponemos un ejemplo:
Podría pasar que un día tu congelador decida hacer ¡puf! y dejar de funcionar. La cuestión es “¿Qué puedes hacer para que tu congelador no haga ¡puf!?”.
Al igual que llevas tu coche al taller para que no te deje tirado el día menos oportuno, tu congelador también tiene que pasar un mantenimiento. Y eso es tu medida preventiva. Lo que haces para adelantarte al peligro, para evitar que ocurra. Por ejemplo:
▪Verificar que el congelador marca la temperatura correcta.
▪Comprobar que cierran bien las puertas.
▪Desescarcharlo.
▪Limpiar el radiador periódicamente.
¿Quieres saber más sobre los peligros? ¿O prefieres que te ayudemos a identificarlos? ¡Contacta con nosotras y pongámonos manos a la obra!